Cuando hablamos de construir empresas sostenibles y humanas, la conversación suele girar en torno a innovación, tecnología o finanzas. Pero hay un factor silencioso, invisible y mucho más determinante: el ego de quienes lideran.
Lo entendí con claridad en la charla “El ego es el enemigo”, gracias a Innova 4 Business, Mónica Arce, Christine Soto y César Soto. Al inicio dudé del impacto que tendría… pero terminé llevándome reflexiones que hoy quiero compartir.
El ego que todos cargamos
El ego no es un enemigo externo: lo llevamos dentro. Y se manifiesta en dos formas:
- El niño caprichoso, que busca placer inmediato y reconocimiento constante.
- El juez implacable, que critica sin descanso y nunca está satisfecho.
Ambos habitan en nosotros. Y cuando el líder no aprende a equilibrarlos, surge la soberbia, la egolatría y la desconexión con la realidad.
Cómo afecta a las empresas
El ego desbordado no solo complica relaciones personales, también afecta la estrategia:
- Nos lleva a crecer sin estructura ni prudencia.
- Nos hace perder talento al construir culturas tóxicas.
- Nos encierra en sesgos que bloquean la innovación.
Y lo más delicado: nos desconecta de la humanidad que las nuevas generaciones esperan de quienes dirigen.
Generaciones y ego
Los conflictos entre generaciones no nacen de la falta de capacidad, sino del ego. La pandemia aceleró cambios que antes habrían tomado décadas, y la brecha es enorme.
Mientras unos creen que los jóvenes “carecen de objetivos”, otros piensan que los mayores “no entienden el mundo actual”. El resultado: choque.
La verdad es que necesitamos sumar ambas visiones: la experiencia de unos y la frescura de otros.
Recuerdo una frase que marqué en mi anuario de colegio y que hoy cobra más sentido que nunca:
“Todos somos ángeles de una sola ala; necesitamos de los demás para volar.”
El ego en el emprendimiento
He vivido en carne propia lo que significa dejarse arrastrar por el ego. Cuando un emprendimiento comienza a crecer, es fácil caer en la euforia: clientes que aplauden, dinero que fluye, puertas que se abren.
El niño caprichoso pide expandirse sin límites. El juez implacable hace creer que nunca es suficiente. Y el resultado puede ser desastroso si no hay equilibrio.
Hoy sé que el éxito sin estructura ni prudencia no es éxito: es un espejismo que termina costando caro.
Hacia un liderazgo humanista
El verdadero reto de la alta gerencia es entender que la rentabilidad y la ética no son opuestos. Por el contrario, las empresas más fuertes son aquellas que combinan visión estratégica con humanidad.
Liderar con propósito implica reconocer nuestro ego, equilibrarlo y usarlo como motor creativo, no como un muro que nos aísla.
Porque el liderazgo del futuro no será recordado por los títulos o los cargos, sino por la capacidad de construir empresas donde la gente pueda crecer, aportar y trascender.
El Ego: El Enemigo Silencioso del Liderazgo Humanista